Hasta el día de hoy no he escrito en este blog nada que no
estuviera relacionado con el running, pero será que por estas fechas parece que existe una presión
mediática dirigida a forzar a los seres humanos a parecer muchas veces lo que no son, que me ha llevado a realizar esta reflexión.
Vivimos en un mundo donde las cosas pasan muy rápido, donde casi no nos permiten detenernos a disfrutar de nuestro entorno, de las pequeñas cosas que deberían hacernos felices cada día, de esos momentos en los que realmente te sientes vivo y por lo tanto deambulamos por la vida muchas veces como autómatas. Y dentro de esa dinámica parece que cuando llega la Navidad todo tenga que cambiar. Se impone la Paz, la reflexión, el llevarse bien con todo el mundo y hacer regalos a las personas a las que hace unas semanas no dabas ni los buenos días.
Además horas y horas de reuniones familiares, de comidas de trabajo, de sentarte al lado de
alguien con quien no te llevas bien o directamente no soportas. De colas en las tiendas para comprar ese regalo para ese pariente al que verás solo ese día, y al que comprarás aquello que nunca usará (de lo que eres perfectamente consciente además), y todo esto lo harás por compromiso.
No
vayáis a creer que con esto que os estoy diciendo me pongo en contra de estos valores que menciono, todo lo contrario. Es el apunte del final, el de que muchas cosas que hacemos en estas fechas son por compromiso que me indigna y hace revelarme contra estas ellas. Por que estos valores, tan importantes en si mismos, no se prodigan durante todo el año y solo cuando a El Corte Ingles, Coca Cola o a
Codorniu les interesa.
Hecho mucho de menos la amistad. La amistad de verdad, aquella que cuando tenías 10 años te tenía en la calle jugando con tu/tus amigos. Aquella en la que el tiempo y las prisas no tenían la importancia que tienen ahora y que por lo tanto podías estar mucho rato con ellos. La misma que cuando
tenía 15 años te llevaba a compartir los secretos de tus primeras aventuras con chicas, mas en tu imaginación que en la realidad, pero que para ti eran una experiencia nueva. Aquella en la que podías ser sincero y no tenías que medir tus palabras. Había confianza.
La vida nos va dando muchas cosas, cosas de un gran valor como son una pareja excepcional, unos hijos maravillosos, o una buena salud, pero también nos va quitando otras. Esta amistad de la infancia, la de verdad y que siempre recordamos es una de ellas. Pero, ¿nos la quita la vida o nos la quitamos nosotros mismos al no saber encontrar un sitio o un ratito para cada cosa? ¿ O es el ritmo que nos impone la vida el que no deja espacio para esas cosas?
Esta es la reflexión que quería hacer. En estas fechas en las que parece que nos obligan a hacer lo que no nos dejan hacer durante el resto del año, hecho de menos la amistad y me sobran los compromisos.
¡¡Buff!!, Me parece que el año que viene me prohibiré escribir en Navidad por que me pongo muy pesado.
Menos mal que este fin de semana viene la única fiesta que tiene el
espíritu de la inocencia en si misma. Menos mal que nuestros hijos (o nietos a quien los tenga) nos recuerdan la verdadera ilusión que nos tendría que hacer todo. Son ellos los que viven y recogen la esencia que deberíamos tener y recoger todos antes de olvidarla. Hecho de menos la amistad. Amigo.
Felices Reyes a todos.
Un saludo.